COLOMBIA (Bogotà) #2

Carta de lectores al diario La Nación enviada en el día de la fecha:

San Juan de Pasto, Colombia, 27 de enero de 2005

Estimado Sr. Director,

Le escribo desde tan lejos de mi hogar, aùn conmocionado por los incidentes que vivì hace unas horas. La ùnica intensión detrás de estas líneas, es que algún argentino pueda aprender de mi experiencia para que esta no haya sido en vano.

Hace unas semanas comencé a recorrer (mochila a cuestas) la costa del Pacìfico, comenzando en Lima, Perù y con Cartagena, Colombia en la mira.

Mayormente esta experiencia se desenvolviò sin mayores incovenientes... hasta hoy.

Hace 2 días me encontraba al norte de Ecuador, en un pequeño pueblito de frontera llamado San Lorenzo. Ya que mi intensión era proseguir hacia el norte, hice las averiguaciones pertinentes en el pueblo para seguir camino hacia Colombia. Tanto el encargado del hotel en el que me hospedé, como varios comerciantes locales me informaron de un servicio de lanchas que zarpa del puerto local 5 veces al día con destino a Puerto Palmas, Colombia.

Cuando fui a embarcar en el servicio de las 7AM, fui recibido por un oficial de Migraciones de Ecuador quièn, ademàs de mostrarse preocupado por la salud de Diego Maradona, me sellò la salida de dicho paìs en mi pasaporte.

Despuès de 2 horas de viaje por unos paisajes selvàticos que me quitaron la respiraciòn, atracamos en Puerto Palmas. Despuès de mucho consultar a los locales, me sorprendiò que no hubiera una dependencia de Migraciones de Colombia.

Despuès de una lancha y dos buses màs, arrivamos a una carretera en donde todos los viajeros tomaron el bus que los dejara en su destino de elecciòn. Yo seguì el consejo de un lugareño y emprendì viaje a San juan de Pasto, en donde iba a poder regularizar mi situaciòn, sellando el ingreso a dicho paìs.

Una vez ya en Pasto, en horas de la tarde me presentè ante el organismo correspondiente (DAS secciòn extranjerìa) donde fui atendido por el Jefe de Secciòn, Sr. Carlos Augusto Amórtegui.

Una vez que le expliquè a dicho Sr. el motivo de mi presencia en su oficina, fui automàticamente catalogado como "ilegal" y tratado con total desprecio. El motivo de su desprecio es que Puerto Palmas no es una via de acceso oficial a Colombia. Este Sr. se rehusaba a comprender que el motivo por el que yo usè dicha via de ingreso fue ignorancia y no mala intensiòn.

Si bien èl admitiò no conocer el lugar por el que ingresè, asumiò que se debìa tratar de un lugar de contrabando para narcotraficantes y que, por tal, yo debìa ser uno de ellos.

¿Què sentido tendrìa que un norcotraficante se apersone en extranjerìa para hacer sellar su pasaporte?, es algo que desconozco.

El Sr. Amórtegui seguìa insistiendo en que habìa sido mi elecciòn ingresar a su paìs por un puerto no habilitado y que debía atenerme a las consecuencias.

Tratè hasta el cansancio (y en vano) de hacerle entender que yo no podìa ser encontrado responsable por este incidente cuando hay toda una "industria" de transporte que acarrea pasajeros 5 veces al dìa a travès de la frontera. De la misma manera considero que deberìa ser responsabilidad del Gobierno Colombiano, y no del turista, la seguridad de su frontera.

La paciencia del Sr. Amortegui se agotó casi de inmediato. Me arrebató mi pasaporte y me retuvo contra mi voluntad. Mientras me ignoraba por completo, le dictó a su secretario un oficio (que estaré gustozo de enviarle) en dónde me intimaba a presentarme nuevamente en la frontera a cumplir con los trámites que, según él, decidí ignorar.

Mientras yo trataba de reclamar la atención de dicho señor, 3 de sus asistentes comenzron a abusar verbalmente de mí, amenazándo con deportarme y con registrar mi cuerpo en busca de estupefacientes.

Realmente indignado por el tipo de trato que estaba recibiendo, demandè conocer los nombres de mis agresores, a lo que, obviamente, todos se rehusaron. Frente a esto tratè de apelar a su calma, recordàndoles que soy un turista y como tal, vengo a su paìs a dejar dinero. "¿Te pensás que me importa un (improperio) los centavos que vas a dejar acá?. ¿Te pensás que yo voy a ver alguno de esos centavos?" fue su respuesta.

Antes de firmar dicho escrito (para lo cual debo admitir que no me dieron opciòn), tratè de explicar que al estar en vacaciones no contaba con tiempo ni presupuesto para perder. La frontera demanda un viaje de 12 horas y un gasto de C$42.000. Su sarcástica respuesta fue: "¿Qué?, ¿Querés limosna para el pasaje?", lo que fue recibido con carcajadas por parte de sus asistentes.

Eventualmente, uno de ellos cometiò el "error" de mencionar que dicho trámite podía ser realizado en aquella misma oficina previo pago de una multa por "omisión de sello". Entusiasmado frente a esta opción pregunté de cuánto se trataba la multa. El Sr. Amórtegui, unilateralmente, decidió no concederme este beneficio y me obligó (a nivel de castigo) a volver a la frontera.

Le escribo estas líneas desde la terminal de buses de Pasto, resignado a perder esas 12 horas y esos C$ 42.000.

Lo único que resta anhelar es que esta experiencia no haya sido en vano.

Me despido muy atentamente,

Andrés Briano
andresbriano@hotmail.com